Este artículo es una traducción propia de Why men don’t believe the data on gender bias in science de Alison Coil, publicado en Wired el 25 de agosto de 2017.
Este verano James Damore, ingeniero de Google, publicó un texto sobre diferencias de género en un tablero interno de mensajes de la compañía, y luego fue despedido. La nota encendió una tormenta de debates sobre la discriminación sexual en Silicon Valley, sumado a meses de informar denuncias de acoso en Uber y en otros lugares. La discriminación sexual y el acoso en la tecnología, y en la ciencia en general, es una razón importante por la cual las mujeres dejan el campo.
A nivel nacional [en Estados Unidos], durante mucho tiempo se habló sobre por qué las mujeres están subrepresentadas en STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas), lo que ha llevado a pedidos de una mayor tutoría, mejores políticas de licencias familiares y talleres diseñados para enseñar a las mujeres a negociar “como los hombres”.
El mes pasado, tres investigadoras sénior del Instituto Salk de Estudios Biológicos en La Jolla presentaron demandas por discriminación de género a largo plazo, donde alegan que las mujeres no tienen el mismo acceso a los fondos internos y las promociones. Estas demandas ponen de relieve la verdadera razón de la falta de mujeres en la ciencia: los líderes en el campo -hombres y, a veces, mujeres- simplemente no creen que las mujeres sean tan buenas como para hacer ciencia.
Una vasta literatura de investigación sociológica muestra una y otra vez que las mujeres científicas se consideran inferiores a los hombres y se las evalúa como menos capaces cuando realizan un trabajo similar o incluso idéntico. Esta devaluación sistémica de las mujeres produce una serie de consecuencias reales: cartas de recomendación más breves y menos elogiosas; menos becas de investigación, premios e invitaciones para hablar en conferencias; menores tasas de citas para su investigación. Tal devaluación de gran alcance del trabajo de las mujeres hace que les sea más difícil progresar en el campo.
Uno de los primeros estudios evaluó las solicitudes de becas posdoctorales en ciencias biomédicas y descubrió que las mujeres tenían que ser 2,5 veces más productivas que los hombres para que los científicos superiores evaluaran sus aplicaciones igual de científicamente competentes. Los autores concluyeron que:
Nuestro estudio sugiere fuertemente que los revisores no pueden juzgar el mérito científico independientemente del género. Los revisores evaluaron los logros masculinos y/o subestimaron el desempeño femenino. (…) la discriminación de género de la magnitud que hemos observado podría explicar por completo la menor tasa de éxito de las mujeres en comparación con los investigadores masculinos al alcanzar un alto rango académico.
Un estudio más reciente mostró que las facultades de ciencias de las universidades que se dedican a la investigación intensiva eran más propensas a contratar a un director de laboratorio varón, mentorearlo, pagarle más y calificarlo como más competente que a una candidata con el mismo currículum. Otro documento encontró que los profesores responden a los correos electrónicos de los candidatos a doctorado varones más que a las potenciales estudiantes mujeres, lo que demuestra que los hombres tienen un mayor acceso a los profesores. Estos son sólo algunos de los cientos de estudios revisados por pares que muestran claramente, en promedio, que la vara es más alta para las mujeres en ciencias que para sus pares varones.
Dada la enorme cantidad de datos para respaldar estos hallazgos, y dado el campo en cuestión, se podría pensar que los científicos usarían estos resultados para crear un campo de juego más nivelado. Pero un artículo reciente mostró que, de hecho, los profesores de STEM evaluaron que la calidad de la investigación que demostraba el sesgo en contra de las mujeres en STEM era baja; en cambio, favorecieron una investigación espuria, diseñada para los fines del estudio en cuestión, que pretendía demostrar que no existe tal sesgo.
¿Por qué los hombres de ciencia devalúan tal investigación y los datos que produce? Si alguien debiera estar dispuesto a aceptar lo que la investigación revisada por pares muestra de manera consistente y utilizarla para corregir los presupuestos implícitos, deberían ser los científicos.
Pero es en gran parte porque son científicos que no quieren creer en estos estudios. Se supone que los científicos son objetivos, capaces de evaluar datos y resultados sin dejarse influir por las emociones o los prejuicios. Este es un principio fundamental de la ciencia. Lo que muestra esta extensa literatura es, de hecho, que los científicos son personas, sujetas a las mismas normas y creencias culturales que el resto de la sociedad. El sexismo sistémico y el racismo que se exhiben todos los días en este país también existen dentro de los confines de la ciencia. Los científicos no son tan objetivos como creen que son. Es una revelación extremadamente desestabilizadora para alguien cuya carrera entera ha estado enraizada en la creencia en la objetividad humana.
Aún más perniciosa, sin embargo, es la comprensión que resulta de la lectura de estos estudios: darse cuenta de que aquellos que han tenido éxito en la ciencia (y en muchos campos -las implicaciones van mucho más allá de la ciencia) no lo han hecho completamente debido a su propio brillo innato. Estadísticamente hablando, el simple hecho de ser hombre automáticamente le dará una ventaja. Y nadie quiere creer que alcanzaron su éxito, incluso en una pequeña parte, en función de su género o etnia. Todxs queremos sentir que nos merecemos el éxito y los elogios que hemos recibido según nuestro propio mérito.
Y esta es una de las razones principales por las que no hay más mujeres en la ciencia. Si bien el acoso sexual es sin duda un problema, debemos analizar más a fondo el sesgo de género. Aquellas mujeres que logran llegar a los rangos superiores a menudo se les dice que sólo les dieron ese trabajo o ese premio porque son mujeres, lo que implica que el campo está admitiendo más mujeres, menos merecedoras, simplemente para incrementar su número. Pero, de hecho, estos estudios muestran que muchas de las mujeres en ciencias deben ser más capaces que los hombres para avanzar en el campo. ¿Y quién quiere admitir eso?
Alison Coil es profesora titular de física en el Centro de Astrofísica y Ciencias del Espacio de la Universidad de California en San Diego, Estados Unidos.